Con el servicio de bicicletas acuáticas que se anunció el viernes pasado en el lago San Miguel, el espejo de agua vuelve a tener uno de sus atractivos originales. El domingo 26 de febrero de 1961 fue inaugurado. Arrancó con un gran concurso de pesca infantil desde las 8 y a las 16 se hizo una prueba de regata con botes, seguida de una exhibición en velerito. A las 20.30 fue bendecido el espejo de agua y las autoridades -desde el cura hasta los ministros- dieron un paseo en lancha. Al final hubo fuegos artificiales que la gente apreció a las apuradas porque se largó una tormenta que aguó el festejo y generó una desbandada.

Fue una jornada muy esperada. El gobernador Celestino Gelsi destacó que el lago, de un metro promedio de profundidad -alrededor de las dos islas llega a tener 1,60 de hondo- había sido ya soñado en 1908 por el propulsor del parque, Alberto de Soldati, y que incluso en los primeros proyectos abarcaba una extensión que llegaba hasta cerca del hipódromo y la actual terminal de ómnibus. Se destacó que la belleza natural del lago, la poesía de su paisaje (le pusieron palmeras Phoenix, álamos Carolina, coníferas y sauces llorones) lo hacían “inmejorable” para los conciertos, porque “el agua es un natural y potente detector acústico”.

Recuerdos fotográficos: 1930. “El Torito de Mataderos” practica en la linotipo de LA GACETA

Ese concurso de pesca inaugural tuvo 559 pequeños pescadores de entre 5 y 13 años, cuyas imágenes fueron publicadas en días posteriores. El gran ganador fue Víctor Hugo Acosta, de 9 años, que pescó un bagre de 800 gramos y fue paseado en bote por todo el lago, “exhibiendo la pieza pescada por él mismo, que sostenía orgullosamente de la caña empleada en la prueba”. Así aparece el victorioso pescador en esta foto que se publicó al día siguiente en LA GACETA.